lunes, 2 de julio de 2012

Nada que festejar


Campeones de Europa. Y con pocas o ningunas ganas de celebrarlo.

En días como hoy, cualquiera con un mínimo de sentido común puede pasar horas patidifuso, asombrado, absolutamente incrédulo ante la cantidad de idioteces que hay que oír y ver en este santo país. A horas de un acontecimiento deportivo importante, pero que al fín y al cabo no afecta a nuestras vidas lo más mínimo, el domingo amanecía con ese fulgor rojizo en el horizonte que indicaba, una jornada más, nuestra triste realidad: nos quemamos irremediablemente y nadie puede arreglarlo. No sólo literalmente, por desgracia.