lunes, 27 de agosto de 2012

NipponValencia2012 (II): Comer y beber

Yoshinoya es nuestro pastor, nada nos falta...
Los españoles tenemos la extraña manía de, recién terminado un viaje largo, plantear esa cuestión tan típica como pertinente al afortunado que ha pasado unos días fuera del país: "Y allí... ¿qué tal se come?" Estadísticamente, hay un 100% de probabilidades de recibir dicha pregunta en los primeros cinco minutos de conversación con cualquier amigo o conocido al poco de aterrizar. Como no podía ser de otra manera, la dieta japonesa ocupa nuestro primer episodio de este cuaderno de viaje.


Existen varios topicazos sobre la alimentación en Japón que fueron desmontados en apenas un par de horas trascurridas en la populosa Tokyo. Los más conocidos, "comer en Japón es caro" y "allí sólo comen pescado crudo". Empecemos por el primero: como ocurre en cualquier país, el viajero avispado tiene a su disposición una cantidad tremenda de opciones para ajustar su economía al máximo o desparramar en un orgasmo culinario de sabores, olores y una bonita factura al final del atracón. La comida rápida, en sus formatos occidental (el logo de McDonalds fue una constante en las grandes urbes) u oriental (Yoshinoya, la mayor cadena de establecimientos de comida japonesa "express"), es una opción muy económica y, en este último caso, no exenta de su particular encanto

No, no tienen paella de pollo y conejo...
Entrar al local, revisar la carta impresa en una máquina expendedora, meter las correspondientes monedas de yen y entregar al camarero el ticket expedido. Tan sencillo como eso. Para las dudas, no viene mal tener un diccionario de bolsillo a mano. Los establecimientos suelen mostrar, bien en forma de fotografía, bien en forma de elaboradas recreaciones en plástico de los platos en cuestión, la comida que vas a degustar. Para la carne, tres palabras serán suficientes para manejarse: tori-niku ("carne de pollo"), buta-niku ("carne de cerdo") y gyuu-niku ("carne de ternera"). Con eso, el archiconocido encanto español para preguntar y un poco de fortuna, puedes obtener una generosa ración de carne con arroz por entre 300 y 700 yenes (al cambio, 3-7 euros). Abajo, el equivalente local al Big Mac: pollo y arroz con curry, todo un superventas.

"Pollo al curry" significa "una pesada digestión"
Arroz. El gohan se convertirá en tu mejor aliado o en tu peor enemigo en función de la tolerancia que tengas a dicho cereal. Uno de los miembros de la expedición tuvo verdaderos problemas a la hora de adaptar su costumbre de pedir pan (en japonés, pan, complicadísima traducción) al país nipón: allí, el gohan es el acompañamiento clásico al 90% de los platos. Evidentemente no es el mismo arroz que tenemos en Valencia (en Japón el de grano corto es el más común), y difiere su método de cocción, lavando el arroz en abundante agua para eliminar todo rastro de almidón y utilizando máquinas (suihanki) que permiten un compactado posterior que facilita su degustación con los clásicos palillos. Si eres poco hábil, no hay problema: en la mayoría de establecimientos puedes pedir una supuun ("cuchara") o fooku ("tenedor") para auxiliarte

Ensalada, pollo con verduras, arroz, sopa...
Pongamos que, en un arrebato de consumismo (y un agujero en el estómago como una catedral), decidimos aumentar nuestro presupuesto a unos 1.000 yenes (10 euros). El españolísimo plato combinado tiene un equivalente en forma de completo menú compuesto de entrante (una ensalada de col, por ejemplo), plato principal, sopa de miso y diferentes añadidos para darle color al festín. Y si tienes dudas, la eficiencia nipona te las resuelve desde el mismísimo escaparate: "¡Así va a ser tu menú!", grita la hamburguesa de plástico tras el cristal. Y claro, te convence.

Así es: todo eso es plástico. ¡No se come!
En términos generales, el triunvirato carne-fideos-pescado permite a los japoneses una alimentación relativamente variada aunque, eso sí, con un alto componente de carbohidratos que apenas repercute en su aspecto físico. Será el estrés de la vida diaria o una cuestión metabólica, pero no deja de sorprender que el porcentaje de sobrepeso en la isla sea tan bajo si tenemos en cuenta los atracones que se pegan los nativos. No existen ni almuerzo ni merienda, pero eso sí, los desayunos, comidas y cenas son copiosas, opíparas y sin concesiones. No han terminado de comer, y ya están pensando en la hora de cenar. Ni siquiera el buen buche patrio puede aguantar un ritmo semejante durante muchas semanas.

Sigamos. El sushi jamás fue mi debilidad, y además existen páginas en español completísimas sobre el arte de degustar pescado crudo. Sí resultó sorprendente la gran variedad de restaurantes en lo referente a la elaboración del pescado, a su consumo (los kaiten sushi dispuestos en orden giratorio a 120 yenes, poco más de un euro el plato de dos piezas, resultan una opción muy atractiva) y el hecho de romper el tópico de que los japoneses adoran y enloquecen ante dicho manjar. Este título honorífico se lo dejamos a los fideos.

Tempura, soba fríos, cebolla frita y salsa de soja
"¿Cómo?"

Así es: los fideos ("noodles" en inglés) podrían considerarse, junto al arroz, la verdadera base de la dieta nipona. Se dividen en tres grandes clases, de menor a mayor grosor: ramen (fino, hecho de harina de trigo), soba (fino, hecho de harina de alforfón) y udon (grueso). Por su tipología, en cada plato hay un elemento fundamental para valorar su calidad: en el caso del ramen, la clave reside en el caldo que lo contiene (el picante, foto inferior, es absolutamente delicioso); la condimentación con especias y acompañamiento de verdura y carne troceada del soba; y la salsa y grandes pedazos de carne, algas y huevo que acompañan al udon

Ramen picante como la madre que lo parió
Lo mejor de todo es descubrir las diferentes variedades según la región: al igual que ocurre en Valencia con los arroces, cada ciudad nipona tiene su forma particular de preparar los fideos, y estos pueden servirse fríos (como en la imagen de arriba), acompañados de tempura (pescado o verdura frita y crujiente), o calientes con mil elaboraciones distintas. Algunas de ellas, contigo como protagonista.

Una olla en la mesa + gente con hambre = WIN!
Uno de los hallazgos del viaje fueron los restaurantes "do-it-yourself" en sus diferentes variedades: plancha de cocina en medio de la mesa, idea para saltear soba; brasas al rojo para la carne; una olla de agua o caldo hirviendo para dejar las verduras en su punto justo (arriba, en la imagen)... Tres ventajas: el precio ligeramente inferior del atracón (te cobran las materias primas y poco más, unos 2.000 yenes por barba), poder cocinar la carne o pescado a tu gusto y, qué demonios, la satisfacción doble de convertirte en Juan Palomo por un rato para alegría de tus acompañantes. Cocinar para los demás en Japón es uno de esos rasgos culturales tan apreciados que, por estos lares, a menudo olvidamos. 

Pocas cosas más auténticas que el yakisoba callejero
El ejemplo más exitoso, al menos en la opinión personal de servidor, fue la preparación del yakisoba: fideos, carne y verdura cortada en pequeños trozos, salsa yaki y una plancha caliente. Fue como volver a ser un crío y aprender por imitación: en los puestos ambulantes, los "maestros yakisoberos" preparaban con una facilidad pasmosa kilos y kilos de pasta mientras mentalmente tomabas nota de los pasos. Luego, en "petit comitee" y al abrigo de un acogedor restaurante, llegaba tu turno.

Es muy fácil, si lo intentas...
... y te acaba saliendo algo como eso. Itadakimasu!
La máxima expresión del "do-it-yourself" es el okonomiyaki. Traducido literalmente, significa "cocinado a la plancha a tu gusto". Por regla general, hablamos de una suerte de tortilla que contiene ingredientes de lo más variado: carne, pescado, queso, fideos, especias, huevo, etc. Lo mezclas bien con la salsa, lo echas a la plancha y lo cocinas en forma de torta. Otro nombre que se le otorga es el de "pizza japonesa". Absolutamente delicioso. Como ya hemos comentado antes, el okonomiyaki de Nagoya poco tiene que ver con el de Kyoto, y este con el de Tokyo. Así, te obligas a probarlo en todas partes. ¡Qué remedio!

Ferrán Adriá no es el único que usa pincel al cocinar...
Al principio hacíamos referencia a la economía del viajero inexperto, acostumbrado a que le "claven" siempre que se adentra en territorio desconocido. Esto es especialmente sangrante a la hora de beber. No en Japón: una sencilla frase (mizu o kudasai?) te ahorrará fácilmente un centenar de euros durante tu visita a la isla. El agua del grifo, servida con hielo, es gratuita. Por la patilla. Y está bien buena, especialmente en época veraniega cuando el calor aprieta. Iníciate en la senda de la vida acuática y tu bolsillo lo agradecerá; adéntrate en los caminos de la cerveza y el susto no se te quitará en una semana. La cerveza (biiru), de promedio, anda por 500 yenes (5 euros) la jarra. Los refrescos en los restaurantes tampoco son baratos precisamente. Así pues, "be water, my friend". La excepción a la regla la encontramos, cómo no, en las vending machines.

Despertarse en el hotel, bajar a la calle y comprar agua. Un clásico.
Según un sencillo cálculo absolutamente personal y sin ninguna base científica, el promedio de máquinas expendedoras de bebida es de unas cuatro por manzana. Eso son "muchas" máquinas de bebida. Pero no es sólo el continente lo llamativo, también lo es el contenido: la variedad de líquidos a encontrar en cada una es asombrosa. Agua, agua con sabores, te amargo, te dulce, te de sabores, refrescos con y sin gas, zumos, bebidas isotónicas, café, chocolate... El paraíso para los "refrescólogos" como servidor. Activas veinticuatro horas al día, siempre en perfectas condiciones (y en Japón, siempre es "siempre") y con su correspondiente cubo de basura (gomibako) al lado para poder tirar las latas. Una maravilla.

Unos 60 tipos de bebida en apenas tres metros. Gloria bendita.
El coste medio de los refrescos está en torno a los 150 yenes (1,5 euros) en las máquinas, precio que se mantiene dentro de los Seven Eleven, Lawson y demás establecimientos abiertos todos el día. El alcohol es otro cantar: más allá de la cerveza, los japoneses degustan su tradicional sake (frío o caliente) con variedades dulces (similar al vino blanco, pero extraído del arroz), el soo-chu (licor destilado de arroz o patata), chu-hi (mezcla de soo-chu con soda y sabor a frutas) y los whiskys y alcoholes típicos de Occidente. El precio, por regla general, es algo más caro que en nuestro país.

El problema no es el precio, sino elegir "qué" beber...
Terminamos con algo de optimismo. Glosar las excelencias de Japón en algunos conceptos no significa omitir enormes lagunas que posee en comparación a nuestro país. La fruta, en este caso, es el ejemplo más evidente. Sí, buscamos y encontramos la típica sandía cuadrada. Sí, echamos un vistazo al precio. No, todavía no nos hemos recuperado del susto. El precio de las frutas y hortalizas en el país nipón es absolutamente infame: un par de melocotones, 500 yenes. Un par de naranjas, 600 yenes. No hablamos de kilos, no: hablamos de "dos" naranjas. Si quieres hacerte rico, no especules en el mercado de valores: exporta fruta a tierras japonesas y siéntate a ver cómo crece tu cuenta bancaria. Los propios japoneses admiten su predilección por la fruta y, del mismo modo, lamentan no poder permitirse degustarla más a menudo. Y eso que su sueldo medio le da sopas con hondas al nuestro. 

Comprar deuda española sale más rentable que comprar una sandía...
En el siguiente episodio nos adentraremos en la cultura, tradiciones y curiosidades varias de la vida diaria japonesa. Hasta entonces, sayoonara!

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1 comentario:

Pamplo dijo...

Como novio de una amante de Japón y después de haber hecho dos visitas al país, me ha gustado leer el post y recordar mis experiencias culinarias de cuando estuve allí. Todo muy bien explicado... ¡me ha entrado nostalgia!