sábado, 1 de septiembre de 2012

NipponValencia2012 (III): Cultura y tradiciones

Fushimi-Inari Taisha, puertas y más puertas rojas en honor al Dios del Arroz
En episodios anteriores hemos hecho referencia a la amplia oferta gastronómica existente en Japón, y a los condicionantes geográficos de la cocina nipona. Cada ciudad es un mundo, no sólo en lo alimenticio, sino también en el estilo de vida y costumbres de los lugareños. La megaciudad por excelencia, Tokio, deja paso a urbes con mucho encanto, como la hetorodoxa Kioto (antaño capital del país) o la industrializada Nagoya.

Vamos allá con el capítulo cultural de nuestra bitácora (también conocido como el capítulo "mira mamá, he visitado muchos templos chulos y apenas he hecho el golfo, ¿me dejarás volver?"). Prometemos intentar hacerlo lo más ligero posible...

Templo en mitad de las vías del tren. Como Requena en el AVE Madrid-Valencia.
El barrio de Asakusa, en Tokio, alberga el Templo Sensoji
En todas y cada una de las ciudades anteriormente citadas, la presencia de templos es una constante. Ojo, primer detalle interesante: la tolerancia y respeto que los japoneses demuestran a cualquier religión, propia o extranjera. En la isla conviven sintoismo, budismo, cristianismo, judaísmo... Lo que en otras partes del mundo sirve como elemento divisorio y causa de enfrentamientos, en Japón funciona como factor integrador y de enriquecimiento personal y espiritual. La variedad de estos lugares sagrados es asombrosa. También su emplazamiento: no es extraño caminar por uno de los barrios más poblados de Tokio y toparse frente a un pequeño templo budista, "entre dos casas" como diría aquel. En un par de pinceladas, estos son los que más nos sorprendieron:

A Goldfinger le molaría mucho Kinkaku-jin...
- Templo Dorado (Kinkaku-jin), Kioto. Construcción de tres plantas, con las dos superiores recubiertas de hojas de "pan de oro". Rodeado de unos jardines magníficos, y de un estanque inmenso que refleja su imagen imperial.

Barcos encallados en la arena debido a la marea baja
La Puerta Roja. No es la Malvarrosa, pero la arena no está mal...
- Templo Itsukushima, Miyajima. Construcción sintoísta en la isla de Miyajima, a la que se accede en ferry desde Hiroshima. Increíble naturaleza circundante. Allí mantuvimos nuestro primer contacto con animales en libertad: los ciervos campan a sus anchas, para alegría de uno de los miembros de la expedición. Vista privilegiada del atardecer. Junto a el, una de las estampas más típicas y sobrecogedoras del viaje: la gran Puerta Roja (torii), a la que puedes acercarte a pie si la marea está baja, o en barca si el nivel del mar sube, a primera o última hora del día.

El Templo Plateado que en realidad no lo es. Estos son los templos que nos deja ZP...
- Templo Plateado (Ginkaku-jin), Kioto. Buscaba emular al Templo Dorado aunque finalmente no pudo recubrirse totalmente de plata, como estaba inicialmente previsto. Especialmente espectacular en invierno, según nos contaron los lugareños.

El Gran Buda de Nara, como su nombre indica, es una construcción "modesta"...
... aunque el Buda de Kamakura puede visitarse por dentro. Epic win!
El gran atractivo en muchas de estas excursiones es visitar los grandes budas presentes en los templos de esta religión. El más grande, con diferencia, se encuentra en la localidad de Nara, en el Templo Todai-ji. El Gran Buda es el centro gravitatorio en torno al cual orbita una construcción gigantesca, impresionante desde cualquier ángulo. Fue una de las primeras paradas de nuestro itinerario, y nos dejó literalmente boquiabiertos. Ya casi al final de la aventura, pudimos visitar también el Buda de Kamakura. A su favor, dos argumentos: se puede visitar por dentro la estatua del buda; y, para llegar al templo, hay que atravesar un amplio paseo repleto de... ¡ciervos!

El padre de Bambi no sabe que su mujer se la pega
Una foto en la que salgo bien, ¡al fín! Detrás mío, un gilipollas vestido de rojo.
La presencia de animales en libertad es verdaderamente alucinante para cualquier foráneo. Y no sólamente porque en España estemos acostumbrados a los animales en cautividad y a los Bioparcs de pelaje diverso: en Miyajima, por ejemplo, los ciervos se acercan tranquilamente a los turistas en busca de comida sin rastro de temor en su mirada. Poco importa que sea un helado, una hamburguesa o un mapa del metro. Lo engullen todo. Ciervos, ardillas, mapaches, cigarras del tamaño de un puño (cuyo ruido es ensordecedor) y algún que otro animal "normal", como perros y gatos, eran el pan nuestro de cada día. La fauna cambió radicalmente en nuestra visita al monte Arashiyama. Allí, en la zona más alta, varias decenas de macacos viven apaciblemente en una reserva protegida y de obligada visita para los turistas. Los monos han sido animales sagrados en la isla desde hace siglos, así que darles de comer era la mejor manera de presentarles nuestros respetos.

Primer contacto con un macaco del Madrid: le encantaban las pipas, y tal...

La religión y su preeminencia en la cultura japonesa es cautivadora, pero no penséis que os saldrá gratis. Son monjes, pero no son tontos. El 95% de las visitas a templos supondrán un desembolso de entre 300 y 600 yenes (entre 3 y 6 euros). Puede parecer una minucia, pero tras acumular una docena de visitas, empieza a "picar". Y eso si no tenemos en cuenta las diversas "tradiciones" que puedes honrar y llevar a cabo. Una temible caja de madera de gran tamaño, colocada estrategicamente ante prácticamente cualquier estatua o ídolo, te muestra el camino: "Arroja una monedita, hijo mío". Al menos, el ritual purificador de lavarse las manos antes de acceder al recinto -con agua o incienso- es gratuito...

Sniff, sniff... Huele a peluquería barata.
Nos detendremos brevemente en dos de estas "costumbres", ambas relacionadas con la fortuna. La primera es bien sencilla: meter una moneda de 100 yenes en la caja, agarrar un cilindro repleto de palillos y agitarlo, extraer uno de los palillos y revisar la palabra escrita en él. Dicha palabra te muestra el papel que debes retirar y que te muestra tu mala, regular o buena suerte.

"¿"Regular fortune"? ¿Y qué se supone que es eso, señor monje?
El otro "juego" para aquellos deseosos de gozar de buena fortuna es más sencillo todavía, aunque puede que te salga incluso más caro. Los ingredientes: un estanque, una roca, monedas y un problema grave de ludopatía.



Acabamos nuestra reseña cultural -más visual que escrita- con un breve apunte sobre el alojamiento. El excursionista novato podría sentirse tentado de evitar los hostales tradicionales (ryokan) por aquel ancestral temor occidental a dormir en el suelo. Cierto es que descansar en un mullido colchón parece tener, sobre el papel, innumerables ventajas. Pero es recomendable pasar al menos una noche en uno de estos establecimientos. La hospitalidad japonesa exhibe en un ryokan sus mejores virtudes: trato afable, tatami a lo largo de toda la estancia, puertas correderas sin pestillo (porque en Japón la desconfianza no existe dentro del hogar), baños comunitarios (casi) siempre en perfecto estado y las habituales máquinas de bebidas para casos de extrema necesidad.

"Chinches en el futón". Próximamente en sus pantallas.
Además, si durante tu estancia en Japón no sufres al menos una vez el ataque de las chinches que moran en los futones (los tobillos españoles les resultan especialmente "sabrosos"), es que no has estado en Japón.

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