sábado, 12 de noviembre de 2011

La insanidad valenciana


A raíz de la explosión de indignación a la que di salida en mi cuenta de Twitter hace tres semanas, llevo desde entonces prestando todavía más atención a los entresijos y mangoneos que los profesionales de la sanidad valenciana (pública, se sobreentiende) deben soportar a diario. Aquella vez conté lo que los médicos de Atención Primaria deben soportar: poco personal, una ingente cantidad de pacientes al día y una grotesca cantidad de avisos de urgencia.

Es cierto que no todos los ambulatorios son iguales, ni están gestionados por los mismos responsables. Pero me consta que la situación que se vive en centros como el de Vicente Brull (en el Cabanyal) es bastante habitual en determinados barrios: a la precariedad de personal y de material médico, se le une el desagradable trago de tener que tratar a maleantes, caraduras que buscan única y exclusivamente que el médico de turno les firme la baja; yonkis que aprovechan la mínima ocasión para robar jeringuillas; indeseables que amenazan de muerte al doctor/doctora si no curan a su familiar; y, en general, seres humanos que no merecen tal denominación. Y todo, sin tan siquiera tener un guardia jurado en la puerta para evitar cualquier desgracia. Desprotegidos totalmente.

El panorama es desolador. La Sanidad Valenciana hace aguas y ya ni siquiera los paños calientes ayudan a tapar las vías abiertas. He conocido, por familiares y amigos, casos absolutamente infames de inutilidad manifiesta en esos gestores colocados en los puestos intermedios por obra y gracia del "enchufe" tan de moda en estos lares. Gente que no tiene ni puta idea de lo que es una vía intravenosa, pero que se da el lujo de hacer y deshacer, de restar personal sin freno a un centro de salud y pretender que todo vaya como la seda. De acoger en su seno al "hijo de...", "hermana de...", "cuñado de..." y darles una coordinación de área en tal o cual ambulatorio. Y mientras, el 99% restante de los profesionales, esos abnegados médicos, enfermeros, conductores de ambulancia, celadores o administrativos, a tragar. A tragar como campeones.

Ejemplo práctico: visita rutinaria al centro de salud para la retirada de un minúsculo quiste en la parte inferior de la espalda. Tiempo de espera, confusión con las fichas, una carta que no debía haber llegado, una doctora que se apiada de mi situación ("de verdad, el nuevo sistema es una absoluta castaña, nos da más faena en lugar de ahorrarnos trabajo") y una ecografía clandestina para evitarme un mes más de espera. Resultado: cuatro horas en el ambulatorio. Y mientras, en el despachito de arriba, el coordinador de área jugando al truc. Podían oírse las risas desde el pasillo.

PD. Lo de las farmacias, otro día...

3 comentarios:

Unknown dijo...

Hay días que no tenemos papel para secarnos las manos, ni gasas para hacer las curas. Tenemos que medir al milímetro prácticamente el gasto que hacemos de apósitos y demás para no "gastar" demasiado. Cuando dejó de ser la sanidad un derecho??

El Dimoni dijo...

¿Tienes algún dato de que esto sólo ocurra en la Comunidad Valenciana?

Paco Garcia Polit dijo...

@El Dimoni

Focalizo el análisis en la sanidad valenciana simplemente porque soy usuario de ella, no porque piense que es peor/mejor que la de otros sitios.

Si yo viviese en Madrid, el titular sería "la insanidad madrileña"; si viviese en Cataluña, "la insanidad catalana", etc.