domingo, 15 de junio de 2008

El "síndrome del segundo partido" casi nos da un susto


Se ha convertido en toda una tradición en los últimos años en nuestro país. La cobertura que la prensa ofrece acerca de la andadura del combinado nacional centra su objetivo en un solo punto: el debut de España en la Eurocopa o Mundial de rigor. Es ese primer partido que tanto tememos, que marcará inexorablemente el devenir de la selección en su primera fase. Si ganamos, somos los mejores y vamos a ganarlo todo; si perdemos, hay que echar al seleccionador y a la mitad de los futbolistas, ya que la derrota es signo inequívoco de que un cambio de ciclo es necesario.

Así, siempre llegamos a lo que llamo el "síndrome del segundo partido": al tratarse de competiciones de corta duración, no suele dar tiempo a digerir adecuadamente la victoria/empate/derrota del primer partido antes de disputar el segundo choque... y eso se nota. En la intensidad, en el esfuerzo físico pero, ante todo, en la predisposición de los jugadores. Cuando el debut ha sido fulgurante, como ocurrió ante Rusia, el equipo nacional sale con un plus de relajación al césped, pensando que el partido transcurrirá por los mismos derroteros. ¿Os suena Alemania 2006? 4-0 a Ucrania en el primer duelo, y en el segundo hubo más problemas de los previstos para desarbolar a una Túnez que no es precisamente una potencia futbolística a nivel planetario.

Suecia demostró que su nivel está un peldaño por encima del de los rusos. Mientras que aquellos conformaban una zaga a base de cuatro "amigos" y un tío disfrazado de portero, los suecos demostraron su poderío defensivo (Mellberg estuvo inmenso) y su espartana disciplina a la hora de defender. El mejor halago que se les puede hacer está en los dos goles españoles: sólo Torres con un remate imposible en semiescorzo y con la planta de la bota, y un Villa que llegó al último minuto más fresco que sus defensores, pudieron batir la portería escandinava. Ah, también habría que darle las gracias al seleccionador sueco por retirar a Ibrahimovic en el descanso: hasta ese momento, el delantero del Inter estaba siendo una pesadilla para nuestra defensa.

En definitiva, quizá debamos plantearnos seriamente la opción de que España, voy a decirlo en voz baja... *gasp*, puede hacer algo en esta Eurocopa. Y todo gracias a dos nombres: David Villa y Luis Aragonés. El primero, porque está demostrando que es el delantero más en forma del continente, el más decisivo y el que aparece en el momento justo para "matar" el rival. El segundo, porque aunque la defensa española sigue sin ser una maravilla (tanto el centro de la zaga como los laterales, en espacial Sergio Ramos, están teniendo lagunas), está sacando al campo a los mejores, y sigue erre que erre con su filosofía del toque y el buen trato al balón: tener en la recámara a gente como Cesc o Cazorla es muy útil para desembrollar partidos atascados como el que vimos ayer, amén de crear ese grupo de 16-18 jugadores imprescindible para ganar algo importante.

Lo decía Camacho el otro día: "el once inicial del equipo que gana la Eurocopa varía mucho ente el primer partido y la final". En esta dosificación de las fuerzas, de los minutos y del ímpetu de una selección, no lo olvidemos, todavía muy joven, puede estar la clave del triunfo. España ya ha recorrido un tercio del camino: cuatro victorias más y seríamos campeones de Europa. ¿Podemos? Desde luego, un poquito más que hace cinco días.

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